Enlunarse: la imbecilidad y la codicia humanas no tienen límites
Leo en la revista Nature (17/1/24) un artículo que me deja estupefacto: la empresa Astrobotic que el 8 de enero lanzó la primera misión comercial a la Luna con el nombre de Peregrine (y que, los dioses existen, fracasó) llevaba veinte cargamentos para depositar en nuestro satélite, entre ellos cinco de la NASA y uno que contenía “una porción simbólica” de las cenizas de al menos 70 humanos y un perro por los que alguien pagó para ser “enlunados” en vez de enterrados.
Hay dos empresas estadounidenses que se dedican a ello y cuyos sitios en la red merecen ser vistos para comprender el alto, ancho y profundidad de la imbecilidad humana: Celestis, establecida en 1994 y que desde hace 17 años ofrece sus servicios “memoriales” para cenizas humanas que van desde un vuelito orbital a una órbita terrestre, la Luna o un viaje al infinito. Los precios comienzan en unos 2.500 dólares. Todo bajo el eslogan “Una extraordinaria y sorprendentemente accesible experiencia memorial”. La otra compañía se llama Elysium Space y promociona a su página web con eslóganes tales como “recuerde a sus seres queridos a través del cielo nocturno”, “una experiencia conectiva para familiares y amigos”, “un nuevo sagrado espacio para la recordación”. En “La Experiencia”, éstos ofrecen tres clases de “servicios celestiales”: que los restos del ser querido caigan a la Tierra como una estrella fugaz, que se pierdan en la Vía Láctea o que permanezcan en la Luna. Elysium, que comenzó en 2015 a mandar cenizas humanas al espacio a cambio de dinero, muestra el cubito del tamaño aparente de un dado en el que los interesados deben introducir la “porción simbólica” de cenizas de su ser querido. Pero no dicen nada de tarifas.
El engañapichangas me resulta asombroso, porque en rigor sólo el equivalente a la nariz, un dedo o la oreja del difunto harán el memorable viaje mientras que el resto permanecerá aquí junto a los comunes mortales. Pero en estos tiempos en que la Diosa Razón lleva el insultante apodo de “Mercado” cabe suponer que buena parte de los estadounidenses trumpianos y quizá de los argentinos mileístas no hallen nada malo en ello, al contrario. Gastar miles de dólares para estar seguro de ser olvidado por completo al cabo de dos o tres generaciones (¿a quién diablos le importará que un cubito de cenizas del tatarabuelo esté en la Luna o viajando rumbo a Plutón?) cuando por mucho menos una simple lápida de piedra en un cementerio cualquiera durará siglos y, con un buen epitafio, concitará mucho más interés. En fin.
Es claro que nadie (por ahora) puede impedir que se lance basura en órbita terrestre ni al espacio profundo. Pero sí que la lleven a la Luna. Al menos eso están intentando los Diné, un pueblo Navajo estadounidense que considera sagrada a la Abuela Luna así como al Abuelo Sol. No se creen propietarios de la Luna pero ya desde 1998 exigen que se la trate con respeto, cuando protestaron con la NASA por enviar a la Luna un cachito de las cenizas de un científico espacial y la NASA tomó nota de su protesta y prometió consultarlos en el futuro. Parece que se olvidaron, o como ésta era una operación de “la mano invisible del mercado”, no intervinieron.
Lo que en todo caso queda claro es que además de imbéciles, los clientes de esos “servicios celestiales” son inmorales. Si tuvieran decencia y nutrieran verdadero amor en lugar de indecente exhibicionismo, donarían esos miles de dólares a alguna organización que hace el bien aquí en la Tierra en vez de tirarlos a la mierda, que eso son la Luna y el espacio en este caso.
Valle de la Luna en el desierto chileno de Atacama
Milky Way over Moon Valley
Image Credit & Copyright: Rafael Defavari