Liberal era mi abuelo

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Mi abuelo Giorgio, liberal, y mi abuela Ada, democristiana

Mi abuelo paterno Giorgio Bigongiari (1895-1981) nació y murió en Livorno, Toscana. Hijo único, perdió a su madre al nacer y se crió con su padre, tapicero. Desde chico y en modo casi autodidacta se volvió un dotado calígrafo, lo que le permitió pasar la Primera Guerra Mundial lejos del frente, en cuarteles, escribiendo cartas y documentos. Tras la guerra se empleó en el Dazio, que eran las fronteras aduaneras interiores de Italia y se casó mi abuela Ada Razzauti, que era de una familia acomodada de siete hermanos, con varios tíos.

La catedral de Livorno tras los bombardeos, carbonilla de Giorgio Bigongiari

Acuarela de puerto de Livorno, por Giorgio Bigongiari

Su pasión era la pintura: lo hacía, con notable talento, al óleo y la acuarela, siempre en estilo macchiaiolo. Pintó mucho, pero nunca hizo una muestra ni vendió un cuadro, que sí regalaba. En la Segunda Guerra volvió a las filas, de nuevo en los cuarteles. En total estuvo siete u ocho años bajo las armas: ni sus hijos (ambos arquitectos) Mario y Piero ni sus nietos Mathew, Tom y Diego hicieron el servicio militar. El Nonno Giorgio lo hizo por todos los Bigongiari.

Tras la guerra (que la familia no sufrió cuando Livorno fue sfollata o despoblada por los bombardeos aliados, gracias a que el Nonno había comprado un podere o finca en la campiña) se puso a trabajar hasta su jubilación en una gran tienda de telas del hermano mayor de mi abuela Ada. Nunca dejó de pintar.

Mi abuelo no hizo gesto de adhesión u oposición al fascismo, salvo permitir como todo el mundo que su hijo Mario se vistiera con el uniforme balilla de los niños fascistas. Tras la proclamación de la República, siempre votó al Partito Liberale Italiano (PLI) que nunca fue más allá del 10% de los votos y se disolvió, como todos los viejos partidos peninsulares, en 1994.

Además del padre fundacional el Conde de Cavour, el liberalismo italiano tuvo grandes exponentes como el filósofo Benedetto Croce y el economista y presidente Luigi Einaudi, una de las mentes más brillantes de su generación política.

Sin embargo el liberalismo nunca arraigó en las masas de católicos que votaban a la Democrazia Cristiana o de izquierda, que lo hacían por el Partito Comunista y el Partito Socialista. Cuando el Estado italiano comenzó a crear empresas estatales, algunas enormes, como el Ente Nazionale Idrocarburi, nada más que los liberales se opusieron.

Sólo una vez fueron parte de un gobierno de coalición encabezado por el democristiano Andreotti, con el líder liberal Malagodi como ministro de finanzas, allá por los años ‘70 y que no duró mucho tiempo. Nunca gobernaron un municipio más allá de Cúneo en Piamonte, ni una provincia o región: se opusieron a la creación de las regiones.

Italia no sólo no desmanteló todas las instituciones creadas por el fascismo sino que gracias a democristianos y socialcomunistas desarrolló un amplio y vasto sector público y de servicios (jubilaciones, salud, educación) al punto que en muchos sentidos es el país mediterráneo, junto a Francia, más estructuralmente imbuído de socialismo democrático, aun con gobiernos de derecha.

Aunque era católico practicante, nunca quiso votar a la mayoritaria Democrazia Cristiana como lo hacía mi abuela, que se burlaba un poco de él por esa manía de votar al PLI. Pero él era liberal: creía que cada uno debía “hacer a su modo” como decía Pirandello y toleraba todas las ideas. Aunque no fuera su pasión, podía discutir de política con socialistas o comunistas. No estaba en él decirle a los demás qué era bueno o malo y leía el diario y miraba dos o tres Telegiornale cada día. Lo que más le interesaba era irse a pintar a su taller al fondo del jardín, a la naturaleza o algún lugar de la ciudad.

En mi adolescencia yo era muy de izquierda pero (mientras podía discutir con mi abuela Ada, que era poco liberal) nunca choqué con mi abuelo Giorgio, porque era un hombre de mente abierta y tolerante, humanista, sanamente escéptico.

Gracias a mi abuelo, siento el mayor respeto por las ideas liberales al punto que me autodefino socialista liberal: algo que seguramente haría reír al energúmeno que preside Argentina. Es que según la dicotomía creada por Carlo Rosselli (antifascista asesinado junto a su hermano por esbirros de Mussolini, creadores del movimiento Giustizia e Libertá) hay que elegir entre “el máximo de libertad dentro de la justicia o el máximo de justicia dentro de la libertad” y opto por lo segundo.

De lo que estoy seguro es que el energúmeno Milei, de liberal no tiene un pelo. El liberal no es violento ni agresivo, mucho menos autoritario, ni tampoco desprecia a la democracia (palabra que no pronuncia jamás) ni agravia a la libertad adosándole una grosería, en su eslogan de cabecera. Los grandes liberales, en todas partes, siempre fueron humanistas y respetuosos del disenso. Ningún liberal cree que la economía es todo o que habría que abolir al Estado. No es liberal creerse Aarón o Moisés ni tomar consejo de los perros o una hermana sin ninguna experiencia política, nombrada para un cargo oficial a pesar de una ley que lo prohibía. No es liberal insultar y agraviar a diestra y siniestra. No es liberal ser Javier Milei.

Showing 3 comments
  • Diego Bigongiari
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    “la Argentina está infumable y encima este espécimen dice que representa al liberalismo.”, Roberto Cachanosky, Perfil, 29/2/2

  • Diego Bigongiari
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    En la inauguración de sesiones parlamentarios de 2024, el energúmeno pronunció un largo discurso que fue la primera vez que un presidente argentino concluyó su mensaje repitiendo no una sino tres veces el vocablo “carajo”. Para desmayo de cualquier liberal digno de tal nombre.

  • Diego Bigongiari
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    Y en la misma ocasión, el uso de las cámaras de la televisión pública ignorando a la mayoría opositora y enfocando sólo a los libertarios y a los simpatizantes que coparon los palcos fue una demostración de kirchnerismo bien en línea con los métodos de la propaganda nazi.

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