Los autoritarios y sus realidades alternativas

 In Blog, Milei

Es muy posible que en sus tiempos Calígula o Nerón vivieran en mundos paralelos creados por su propia fantasía, pero la transmisión oral de toda información dificultaba bastante su difusión más allá de una corte de allegados. Los pergaminos eran de muy escasa utilidad al respecto.

Hitler fue el primer político que utilizó medios tecnológicos para difundir e imponer su realidad alternativa: radio, avión, altoparlantes. Lo logró en buena medida: ¿cuántos alemanes creyeron en la conspiración judía mundial, en la superioridad racial aria, en las armas maravillosas del Führer y el Reich de los Mil Años?

Stalin, gracias al terror, el culto a la personalidad y la propaganda también condujo a millones de rusos a un mundo paralelo pero en el que él, cínicamente, no habitaba: sabía perfectamente que las conspiraciones troskistas-kamenevistas-zinovievistas que desataron el Gran Terror de fines de los años ‘30 eran falsas, así como las conspiraciones de los médicos judíos, los polacos y otros. Pero hasta sus íntimos creían que el terror era posible porque Stalin lo ignoraba, cuando en verdad lo dirigía personalmente con Yezhov y luego Beria (que asesinó personalmente a su predecesor), Molotov (cuya mujer estuvo presa años y nunca dejó de adorar a Stalin) y otros pocos.

Otro destacado creador de realidades alternativas fue el chino Mao Tsé Tung con sus delirios del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, locuras pletóricamente apoyadas por propaganda y adoctrinamiento, que costaron la vida a decenas de millones de personas. La China Popular de Xi Jinping con hipercomunismo hipercapitalista es toda una realidad paralela con su omnipresente red social bien tutelada por el Estado: ningún “relato alternativo” existe en la impermeable WeChat. La vecina Corea del Norte, sin capitalismo ninguno, vive sumergida en una realidad obligatoria y paralela desde hace tres generaciones de dictadores hereditarios.

Después del 7 de octubre, israelíes y árabes se sumergieron en sus respectivas realidades paralelas: tanto la omnipresente Al Jazeera qatarí como la media docena de canales de tv israelíes muestran a sus televidentes realidades demediadas, magnetizadas por el extremismo. Ni los israelíes ven lo que sufren los gazatíes con la invasión de la Franja ni a los árabes se les informa lo que hizo Hamas el 7/10 en el sur de Israel.

La televisión resultó una herramienta muy útil para que los autoritarios construyeran su mundo alternativo, en particular cuando ésta pertenece al Estado. Para no ir más allá de la Argentina, basta recordar el uso y abuso que acometieron los militares durante la dictadura y el paroxismo de la aventura en Malvinas. En democracia, el récord pertenece a los Kirchner y en particular a la Kirchner durante los 12 años de sus gobiernos: ella llegó a hablar hasta tres veces por semana, en hora pico, por cadena nacional a veces durante casi una hora. El “fútbol para todos” en vez de publicidad contenía propaganda gubernamental. La “televisión pública” emitía el nauseabundo programa 6,7,8 donde bufones y siervas del gobierno se burlaban o infamaban a opositores o periodistas independientes. La propaganda kirchnerista mostraba como obras realizadas a trabajos que estaban en curso o recién comenzaban. Los datos de inflación fueron primero falsificados y luego prohibidos y CFK durante sus dos presidencias jamás pronunció el vocablo, ni nadie de su gobierno: ella lo comenzó a utilizar cuando asumió su sucesor. Hicieron creer que habían “desendeudado” al país cuando en realidad cambiaron la deuda externa por una montaña de papeles sin valor en el Banco Central. Y mucha gente les creyó: todavía hoy, pese al estrepitoso fracaso del gobierno Bifernández, una porción significativa de los argentinos sigue creyendo en la fábula K. A comenzar por CFK misma, cuyo “documento” publicado en febrero de 2024 muestra hasta qué punto habita en un mundo fantástico donde, por ejemplo, la emisión descontrolada de dinero no provoca inflación.

Ahora es interesante observar cómo (de modo muy poco liberal) el presidente Milei y sus más fervientes seguidores y propagandistas están abocados a la construcción de otra realidad alternativa con la inestimable ayuda de las redes sociales y sus bandas de trolls a sueldo pagado por el Estado. El energúmeno ya aburrió con su reiterada y descarada mentira de que la Argentina alguna vez fue “la primera potencia del mundo”, algo que hace reír a los pollos. Ahora no se cansa de repetir que es “el primer presidente libertario y anarcocapitalista del mundo” sin percatarse de que, asaz probablemente, será también el último. Sus bufos de corte repiten que su paso por Davos, Roma y el Vaticano fueron un éxito descomunal: en Suiza sólo cosechó aplausitos e incredulidad y en Italia, donde la gran mayoría de los medios ignoraron su visita, se ganó un mote espléndido por parte del diario Avvenire, el cuarto del país, de inspiración católica: lo llamaron “El Alienígena”.

Es curioso observar cómo muchas mujeres (así como fue con Hitler, Stalin y otros) sufren el embrujo del erotismo del poder: en Facebook vi algunos posteos femeninos que aseguran que el energúmeno es “presidente más sexy” que tuvo el país, lo cual es hilarante. No vi ninguno de varones sosteniendo cosas parecidas sobre su hermana, El Jefe. Si esto no es realidad alternativa, ¿qué lo es?

Así como Trump y sus seguidores viven en un mundo alternativo donde son víctimas de una conspiración demócrata, así como Putin y sus simpatizantes viven en otro donde Rusia fue atacada por la OTAN en Ucrania, en Argentina los seguidores de Milei construyen a diario el propio relato falaz, donde el autoritarismo populista de ultraderecha se disfraza de liberal y todos los opositores son “socialistas”. Siempre hay gente dispuesta a creer falsedades repetidas cien o mil veces, como bien decía Goebbels, ministro de propaganda de Hitler.

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