Italpast, un pó d’Italia in Argentina

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Sólo por la fuerte impronta italiana de Campana, cuya avenida principal se llama Rocca y recuerda al ingeniero Agostino fundador de Techint, se explica que en esta ciudad de cien mil habitantes a 75 km de la CABA exista uno de los mejores restaurantes italianos de Argentina.

 

Allí se establecieron, en 1950, los padres de su fundador Pietro (o Pedro, si se prefiere) Picciau, inmigrantes de Cerdeña. Los padres de Pietro amasaron y vendieron pan casero en la calle, tuvieron una pizzería y bar-restaurant, rotisería y pastificio o fábrica de pastas. En 1995 Pietro estableció con su mujer un local que vendía pizza y pasta y que pronto tuvo mesas y comenzó a crecer físicamente y en su fama. A lo largo de los años (ya que vivo en Escobar) debo haber comido media docena de veces en Italpast y nunca mal, sólo alguna vez algo fastidiado por un local lleno, pese que tiene buena insonoración. Desde mi divorcio en el juzgado de Campana hacía cuatro años que no iba y hoy tuve que ir a la ciudad y cuando terminé una reunión a las 12:20 me dió un ataque de Italpast. Encontré para estacionar en la puerta y sin reservas mi mesa favorita: una alta para dos junto al cristal de la entrada que permite ver todo, desde la cocina al salón.

Como no quería comer mucho pero sí juzgar su cocina  pedí un plato-patrón: fettuccine spinaci al pesto (290$). Mi ideología Michelin-Condé Nast me hace detestar ser invitado a restaurantes pero tras ver cómo se movía entre la cocina y las mesas Pietro Picciau me animé a saludarlo y presentarme. Me invitó un antipasto de jamón crudo y tomate seco para acompañar el formidable pan de la casa (sin sal, a la italiana) y un segundo café al final, pero pagué mi cuenta como gusto hacerlo.

Las fettuccine o tagliatelle (es lo mismo) estaban al dente y el pesto impecable. Sólo podría criticar el grosor de la pasta, que según la escolástica boloñesa debe ser entre 0,6 y 0,8 décimos de milímetro: no llevé un calibre, pero a ojo esas fettucine rondaban el milímetro de espesor.

Otras loas, además del pan y el pesto, van al servicio excelente y a los cantucci que sirven junto al impecable espresso.

Mi crítica (de lo contrario esto sería una égloga a Italpast) más allá del grosor de la pasta es a la música de fondo, suave por cierto: con el acervo de todos los géneros musicales italianos, no debería sonar allí ni una sola canción en inglés.

Y una sugerencia es que ofrezcan, de todo el menú, poder ordenar media porción para así comer verdaderamente a la italiana con primo e secondo piatto: la porción de fettuccine que me sirvieron era para dos o plato único.

Con agua mineral, fettuccine al pesto y un espresso pagué 450$ que es razonable para el delirio actual argentino. Sólo criticaría, porque lo detesto, los 40$ de “cubierto”. Fueron unos 17,60 euros es decir el precio de una ostería o trattoria no popular sino de moda o elegante en Italia. Si por unos 20 euros Italpast ofreciera un primo e secondo (media porción), pan y un cuarto de vino de la casa sería en relación calidad-precio uno de los mejores restaurantes italianos no de Italia o Argentina, sino del planeta Tierra.

D.B.

 

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