La pesada broma de Grogan: una espléndida tomadura de pelo para progres y revolucionarios de salón

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En septiembre de 1986 el carguero Diavolezza (donde yo era segundo oficial de cubierta) estaba haciendo trabajos en dique seco en la isla griega de Syros.

Al lado había otro carguero en la misma situación (el Wayfarer) y no recuerdo cómo me hice amigo de su electricista inglés, con quien compartimos algunas noches de tragos. Y me regaló un libro que me encantó leer: Ringolevio de Emmett Grogan (1943-1978) activista hippie y fundador del movimiento Diggers. Un cuarto de siglo después ordenando mi biblioteca volvió a pasar por mis manos y releí algunos pasajes que subrayé entonces. Entre las numerosas anécdotas de este fugaz “hero of the 60’s” hay una que encuentro maravillosa.

En julio de 1967, Grogan de los Diggers fue invitado a participar en el encuentro “Las Dialécticas de la Liberación” en el Roundhouse de Londres. Antes que él, hablaron varios mascarones de proa de la izquierda radical de aquellos años: Allen Ginsberg, Herbert Marcuse, Ronald Laing, Stokely Carmichael, Paul Goodman, Gregory Bateson, John Gerassi y otros.

Frente a una audiencia de un millar de personas, Grogan hizo un enfático y teatral discurso del que traduzco algunas frases: “¡Nuestra revolución hará más por una real, interna y profunda transformación que todas las revueltas de la historia moderna juntas! (…) ¡Miren la fuerza y la conciencia de la juventud de hoy! ¡Miren nuestra íntima unidad de voluntad, nuestra unidad de espíritu y nuestra creciente comunidad de pensamiento! (…) Nos aproximamos a una vida en común, una vida común de revolución! ¡Una vida en común para trabajar por el avance revolucionario de la paz, la prosperidad espiritual y el socialismo! ¡Hacia una victoriosa renovación de la vida misma! (…) ¡La revolución no acabará jamás! (…) La Historia juzgará al movimiento no por el número de cerdos que hayamos suprimido o encarcelado, sino por si la revolución tuvo éxito en devolverle el poder al pueblo! (…) ¡El poder para el pueblo!”.

La proclama duró más de diez minutos y a su término, la audiencia se puso de pie y aplaudió entusiasta. Emmet Grogan se quedó inmóvil y callado un par de minutos hasta que los presentes volvieron a sentarse para escuchar “lo que realmente había venido a decir”. Dijo:

–Aprecio sinceramente vuestro entusiasmo y honestamente comprendo vuestro excitado aplauso pero para ser franco, no puedo aceptar ninguna de las dos cosas. Vean: yo no escribí este discurso ni fui el primero en pronunciarlo (…). El primer hombre que hizo este discurso se llamaba Adolf Hitler y pronunció estas palabras en el Reichstag, creo que en 1937. Gracias, y nos estamos viendo– concluyó Grogan, que abandonó enseguida el escenario y el Roundhouse tras lanzar su provocación.

Durante un momento los presentes se quedaron silenciosos y estupefactos. Luego se produjo un estallido de furia colectiva contra Grogan, que ya no estaba allí. Los soflamados progres y revolucionarios descargaron su rabia rompiendo y quemando cosas en el Roundhouse y peleándose con los pocos que defendían “el mensaje” de Grogan. ¿En cuántas otras asambleas y conferencias de progres y revolucionarios de todo el mundo, incluída América latina, se podría haber repetido mil veces la pesada broma de Grogan? ¡Hasta hoy… más de cuarenta años después!

Ver: Ringolevio, A Life Played for Keeps, Emmet Grogan, Granada Publishing Limited Londres, 1974.

Diego Bigongiari

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