La República de San Marino, una desilusión

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Desde hacía muchos años tenía curiosidad de ver qué era San Marino, ese paisito de 60 km² incrustado en Italia desde hace más de mil años. Acabo de conocerlo y la verdad es que me desilusionó.

Si bien no forma parte de la Unión Europea, la frontera entre Italia y San Marino es invisibile, nada más que un arco en una avenida principal de acceso. Pero enseguida no sólo cambian las placas de los autos, que también se vuelven de modelos más caros. En toda la parte llana de la republiquita hay una notable cantidad de construcciones (casas, comercios, concesionarios de autos y muchos bancos) de una arquitectura anodina si no francamente espantosa. En el paisito hay 120 hectáreas de viñedos pero no se ve muy bien dónde están. La porción más llamativa del territorio es la del monte Titano al que se puede subir en auto (pero arriba no hay dónde estacionar) o en cablecarril, como hicimos. La parte alta de San Marino conserva toda su arquitectura antigua en piedra, con un par de palacios muy bonitos y un carácter homogéneo, además de ser peatonal. Lo penoso es que prácticamente todo lo que hay a nivel de la calle son comercios para turistas: perfumerías, jugueterías, armerías (una llamativa cantidad), etc. y entre medio alguna tabaquería (el tabaco cuesta 50 centavos menos que en Italia), restaurantes y pizzerías. Y museos comerciales, como uno de cera. No se ve una farmacia ni ninguna tienda relacionada con la vida cotidiana, de la verdulería a la carnicería. Es un mundito limpito y prolijito, completamente plastificado. Tan artificial que provoca rechazo por más que la vista panorámica desde lo alto sea magnífica. Gracias al turismo y los bancos, los treinta mil sanmarineses tienen un rédito per cápita más que doble que los italianos. Compré una botella del mejor vino que encontré, un Brugneto Riserva di San Marino 2013 (12 euro) basado en 85% de Sangiovese y 15% de Cabernet Sauvignon elaborado por la cooperativa Consorzio Vini Tipici di San Marino. A la vista tenía un ligero atisbo evolutivo y la nariz era bastante intensa, frutada rojinegra, levemente cárnica y terrosa. En boca fue de buen volumen y bastante ancho al medio, de linda acidez bien integrada y taninos presentes algo marcados después de cinco años, sabor frutado y crianza integrada, algo corto en el final. Un vino muy bebible pero no memorable…como una visita a San Marino.

 

 

D.B.

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