¿Otra erección dominical?
Wooden pinakia in kleroterion. Imagen: ASCSA.net
(las fotos que ilustran esta nota son de kleroteria, las máquinas para sortear representantes que se empleaban con fichas en la antigua Atenas)
Es reconfortante saber que a nadie, salvo quizá a mis hijos y poco, le importa nada saber qué es lo pienso votar el 19/11, nuevo día de erecciones presidenciales. Ello me da una libertad total para expresarme, incluso con la ilusión de que mis cientos de miles de seguidores en XMusk y en Zuckerbergram y Zuckerbook y los millares de lectores semanales de esta página estarán pendientes y ansiosos de conocer mi pensamiento ereccionario.
Como muchísimos saben (ver Erecciones Dominicales en este blog), tras haber practicado el ausentismo en las Primarias Asquerosas Sucias y Obscenas en las que pensaba anular mi voto con mi papeleta manuscrita DEMARQUÍA, atendiendo a la supuesta importancia de las erecciones generales del 22/10 decidí dejar de lado mi voto demárquico y opté por cortar la pornoboleta sábana: para todo menos presidente voté a la izquierda porque lo único que me interesaba era que los legisladores por mí votados jamás se plegaran a aprobarle leyes a un eventual gobierno ultraderechista liberfacho. Para presidente voté a la única candidata de la terna que se planteaba como alternativa entre populismo peronista y populismo delirante. No habían pasado 48 horas de mi voto que mi electa, como una mujer pública, se reunió junto a su jefe para ofrecerle todo su apoyo al populismo delirante de ultraderecha… no digo sin consultarme a mí, pero sin consultar a nadie. Me sentí tan forreado que ese domingo fue la última vez en mi vida que voté a un político profesional y a un partido político. Ya no “respeto a rajatabla el voto como institución” como escribe un columnista de diario dominical.
La erección del 19/11 es, si eso fuera posible, aun menos excitante que la del 22/10. La opción es entre un candidato cuyas ideas (si pueden llamarse así) me resultan un insulto a los valores humanistas en los que creo. Además, su persona, gestualidad y forma de expresarse me resultan repugnantes. Es la clase persona que no me interesa en absoluto, con la que no tengo nada que hablar. El otro candidato no tiene ideas sino una baraja de naipes de póquer en la cabeza y su trayectoria política es tan sinuosa y desconcertante que no merece ser analizada. Respecto a su rival, tiene la ventaja de ser un actor muy superior, pero de esa clase de actores que siempre delatan que están actuando. Su naipe clave en su baraja mental es el joker o comodín. Uno violenta mis valores y convicciones con sus “contenidos”, el otro con sus formas y modos.
No me interesa su último debate: es ocioso escuchar la discusión entre un tipo que miente sin pudor con otro que repite siempre el mismo dogma salvo cuando se le suelta la chaveta.
Con ninguno de los dos tomaría un café, a ninguno de los dos le compraría un auto usado. La erección del 19/11 me recuerda aquella frase de Adorno: “puestos en la obligación de elegir entre blanco o negro, la libertad consiste en sustraerse a esa elección”. Y es lo que haré. Iré a votar pero no votaré en blanco sino que anularé mi voto con mi boleta personal: DEMARQUÍA. Apuesta por una futura patada en el trasero a toda la casta de políticos y partidos, la devolución del poder a los ciudadanos a través no del sufragio sino del sorteo tal como era en la antigua Atenas. Precisamente para evitar los males de esta malformación de la democracia, que Aristóteles llamaba oligarquía.
Es tanto el rechazo que me producen ambos candidatos que, gane quien gane de ambos, el 19/11 a la noche tendré ocasión de sentirme parcialmente satisfecho gracias al Schadenfreude, la dicha por la desgracia ajena.
Si ganara el populista joker, me alegrará que los votantes hayan orinado en la peluca del otro.
Si ganara el populista dólar, me alegrará que los votantes hayan orinado en el kirchnerismo y el peronismo.
En cualquiera de los dos casos, me alegrará que La Loca esté cada vez más cerca de la prisión domiciliaria donde pasará los últimos años de su vida, si no se escapa a Cuba.
En cualquiera de los dos casos, mi perspectiva es que la República Argentina se metió en un berenjenal de mal augurio.
Por ventura, mis hijos y yo tenemos un pasaporte europeo, si es que esta tierra (que merecería bien otra cosa, de no ser por sus ciudadanos) se volviera un pantano aun más pútrido de lo que ya es.
¡Viva la DEMARQUÍA!