Una maniobra inglesa: la colisión más boluda de la historia náutica mundial

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La protagonizaron esos altivos ingleses que tanto se mofan de los marinos militares o mercantes griegos, italianos y de otras banderas.

El 22 de junio de 1893, la Royal Navy sufrió la pérdida del acorazado HMS Victoria junto al comandante en jefe de la Mediterranean Fleet el vicealmirante sir George Tryon, 21 oficiales y 336 tripulantes. La flota (además de la* Victoria, las naves de batalla Camperdown, Collingwood, Sans Pareil, Nile, Edinburgh, Inflexible y Dreadnought y los cruceros Edgar, Amphion, Phaeton, Barham y Fearless) era comandada por Tryon desde la Victoria mientras que el segundo era el contralmirante sir Hastings Markham a bordo y mando de la Camperdown. Los buques zarparon esa mañana de Beirut rumbo a Tripoli con mar calmo y mucho calor navegando a ocho nudos en fila india pero antes de fondear frente a Tripoli, sir Tryon ordenó a la flota dividirse en dos columnas con la Victoria y la Camperdown a la cabeza, separadas por mil cien metros. A las 14:20, Tryon explicó al comandante del Victoria –el capitán de navío Bourke– la maniobra de fondeo de la flota: ambas columnas debía virar 180º una hacia la otra para invertir el rumbo antes de fondear, con el objetivo de que la Victoria quedara a la cabeza y más próxima a tierra. Aunque Burke avisó a Tryon que 1.100 metros no eran suficientes y se necesitaban al menos 1.500. En rigor eran más: a Tryon, que era un chapado a la antigua, no le gustaba que sus naves “maniobraran con las hélices” y así aplicando sólo el timón el radio de giro de la Victoria y la Camperdown era de unos 740 metros, sin sumar un espacio prudencial entre las naves.

En esa época las naves se comunicaban con banderas. La Victoria ordenó a la Camperdown la maniobra y su comandante Markham se dio cuenta de que era una boludez y señaló con banderas que no había comprendido bien el mensaje. Tryon le repuso “¿qué espera usted para maniobrar?” y dió la orden, convecido de que el vicealmirante dejaría maniobrar primero a la columna de la Camperdown. Pero la Victoria puso todo a babor al mismo tiempo que la Camperdown todo a estribor y todas la naves que los seguían imitaron a sus capitanas. Así ésta se incrustó de proa abriéndole un tajo enorme bajo la línea de flotación. En trece minutos la Victoria se hundió y por poco no se hundió también la Camperdown. Las chalupas de la flota salvaron a 338 oficiales y tripulantes. El vicealmirante Tryon (que era conocido y temido por su mal carácter) tuvo la dignidad de hundirse junto a su original maniobra y una posterior corte marcial lo juzgó culpable, absolviendo a los oficiales de la Victoria pero deplorando que el contralmirante Markham de la Camperdown no hubiera expuesto más claramente sus dudas acerca de la maniobra. Eso sí, se elogió el orden y la disciplina que reinó a bordo de la Victoria mientras se hundía en pocos minutos con la mitad de su tripulación, atacada por la maniobra más idiota de la historia náutica mundial. La única explicación del desastre es que Tryon se confundió “radio de giro” (370 metros) con el diámetro (740 metros) y como era un soberbio testarudo, no escuchó lo que le decían.

Hoy en tierra firme hay gente parecida a Tryon conduciendo naciones, desde Corea del Norte hasta sus antípodas. Y manejando las finanzas globales, de Nueva York a Londres y Hong Kong.

* Las naves van todas articuladas en femenino al modo inglés (she) para contribuir al efecto anglo del relato.

Ver: Some Ship Disasters and Their Causes, K. C. Barnaby, Hutchinson & Co. Ltd, Londres, 1968.

Diego Bigongiari

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