El peor enemigo del vino argentino
Es la inflación. Nuestro último cálculo interanual de la “inflación vínica” nos dio un resultado alarmante. Cuesta creer que haya (pocos) productores y (bastantes) críticos de vinos que añoran a CFK a pesar de haber destruído, otra vez más, algo que su difunto esposo supo bien cuidar: la moneda.
Se supone que cuando un banco central emite un trozo de papel con un valor nominal no sólo debe honrarlo (es un cheque o pagaré) sino además, defender su valor en el tiempo y el espacio también, más allá de las fronteras. Desde que fue creado en 1881, al peso argentino sucesivos gobiernos desde fines de los años 60 le borraron trece ceros y además, sacaron de circulación cantidades de diversos billetes y monedas de distinta denominación. Si alguien pretendiera comprar una botella de vino de gama básica (digamos 100 $ actuales) con pesos de hace 136 años, no le alcanzaría con todo el circulante de aquella época no en Argentina sino en todo el planeta: necesitaría mil billones es decir mil millones de millones de pesos de 1881. Esa cifra es la medida del cataclisma económico que desastró a nuestro país desde que brotó la inflación en 1949, durante la presidencia de Juan Domingo Perón. Y nos dejó con una moneda que a lo sumo tiene valor en países limítrofes.
Para el vino, el problema no es abstracto: de todas las producciones de nuestra economía, es la más afectada por la inflación. Si se lo compara con los precios de la leche y el pan, o la nafta y gasoil, se comprende porqué no basta con que los bodegueros aumenten el precio de sus vinos tal como otros bienes de consumo masivo. ¿De qué otro producto argentino existen más de dos mil etiquetas? ¿Qué otra producción nacional se desglosa en gamas casera, regional, común, básica, media, premium, alta e ícono? Ninguna.
Si hubiera sólo tres tipos de vino (barato, medio y caro) y una decena de productores, la inflación no afectaría al vino más que a la leche o los combustibles. Cuando hace catorce años comencé a trabajar en mi guía de vinos había algo así como medio millar de etiquetas y la gama de lo que yo compraba habitualmente iba de 9 a 10 pesos; los vinos más caros costaban menos de 200 pesos. Hoy no existe nada equivalente a aquella gama de 9 a 10 pesos: estalló y puede ser cualquier cosa entre 200 y 500 pesos, por decir algo. En dólares, 10 pesos de 2003 eran poco más de 3 dólares: hoy con 60 pesos se compran con suerte tres cartones de vino común.
Por el lado del productor, el desbarajuste inflacionario hace que le resulte difícil o imposible posicionarse en el mercado no sólo porque su precio cambia más de una vez al año, sino además porque su competencia ya no son “blancos fijos” sino “blancos móviles”: cambian de precio y cada uno afronta el problema a su manera, algunos disminuyendo la calidad de la uva que emplean. Es lo mismo que competir en un deporte sin reglamentos donde cada uno hace lo que puede o quiere.
A los números: calculada sobre la base de 241 etiquetas (que no son de gama básica, esto sea claro: el precio promedio de todas ellas es 400$), la inflación vínica 2017-2018 fue de 46,6%. Incluso eliminando vinos que aumentaron 100% o más, las 226 etiquetas restantes dan una inflación de 42,6%. Como sea, es un disparate que explica en parte porqué nuestro consumo de vino cae año tras año.
Comenzamos a calcular la “inflación vínica” en la edición 2009 y hasta hoy sigue creciendo en modo alarmante:
Ediciones Inflación
2009 vs 2008 22,20%
2009 vs 2010 26,43%
2012 vs 2010 31,52% (no hubo edición 2011)
2013 vs 2012 20,31%
2014 vs 2013 14,93%
2015 vs 2014 26,40%
2016 vs 2015 32,70%
2017 vs 2016 32,76%
2018 vs 2017 46,60%
El promedio anual desde hace ya casi una década da 28,21% y el total acumulado, 253,85%. La inflación general del país fue en 2017 de 25%, casi la mitad de nuestra “inflación vínica”. Estudiando uno por uno los aumentos de precios (más allá de un puñado de etiquetas que casi no aumentaron y alguna que bajó de precio, o la veintena que aumentó 100% y más) la gran mayoría de los vinos incrementaron su precio bastante más que la inflación. Lo cual se explicaría por los problemas de rentabilidad que aquejan al sector. Y quizá también por la necesidad de recuperar en el mercado interno esa competitividad que el tipo de cambio carcome de nuevo, además de los “costos argentinos”. En mercados de ultramar si un vino aumentara 40% su precio de un año al otro, se caería de la góndola. Aquí estamos tan mareados que se puede.
Para volver a ser un país normal en materia de vinos necesitamos al menos dos o tres años de inflación no digamos estadounidense (menos de 0,5%) ni europea (aprox 1,5%) sino razonablemente latinoamericana, un 5%. Con las proyecciones de la política antiinflacionaria de la actual administración, dentro de dos o tres años estaremos aproximándonos a eso. Y si a ello sumamos otro trienio de modesta inflación (todo acompañado por baja del “costo argentino” y un tipo de cambio competitivo) con suerte en 2023 o 2024 volveríamos a estar en las góndolas tal como estábamos veinte años antes. Es decir: perdimos dos décadas, bastante mercado interno y externo y toda noción de relación calidad-precio.
Lo esencial es que la actual administración gradualista liquide lo más pronto a la hidra inflacionaria, disminuya costos internos a rajatabla y logre un tipo de cambio competitivo. Y que los productores aquieten los precios de sus vinos año tras año, para que ellos mismos y los consumidores puedan salir de estas tinieblas de pesadilla y adapten sus pupilas a la luz del día y así volver a ver bien el presente y también, un futuro.
D.B.
Alfredo A. Aguirre Diego, leí tu artículo. Además de lo que vos decís, habría que agregar los propios problemas de mercado: oferta y demanda. Los problemas climáticos que redujeron la producción, la necesidad de importar, para no perder mercado interno, etc etc. El vino es un producto que además de sufrir las malas políticas de los gobiernos, tiene sus propias dificultades.No hay que olvidad los cambios da hábitos y consumo, etc. etc…
Esto es lo que te es
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Alfredo gracias por tu comentario, la respuesta está en FB…